#VL16: No es falta de cariño ni falta de talento

Vive Latino, el festival de música más importante de Iberoamérica ha anunciado que para su edición 2016 retomará el formato de 2 días, abriendo la puerta a cualquier cantidad de especulaciones por no decir que entre las distintas vertientes y versiones que pudiese uno idear como determinantes para esta decisión, todo enfoca a la curación del mismo.

Vale la pena mencionar que cuando hablamos de «curación» no se trata de un proceso «de sanación», aunque aplique en este caso, sino de la adecuada selección de elementos que habrán de integrar los atractivos que Vive Latino ofrecerá a su audiencia cautiva.

Vive Latino no es la vida, no es una frontera, no es un trampolín, para fines de este artículo no es cualquier cosa que usted guste y mande sino un negocio, uno que se trata de generar dinero, activar la industria y filtrar a los distintos talentos que integran este evento en base a su poder de convocatoria aunque, como nos lo demuestran los números, la industria iberoamericana se encuentra en crisis al no haber la suficiente cantidad de talentos que con un adecuado management sean capaces de convocar público en cantidades tales que el mercado potencial existente sea lo suficientemente atractivo como para mantenerse activo y generar ingresos el resto del año sin repetir cartelera para la siguiente edición al menos.

Es decir, faltan headliners.

Bandas, solistas, artistas que sean capaces de, al menos, llenar el Palacio de los Deportes de la capital mexicana sin mayor problema y sin sufrir retrasos, hacer rebajas ni tener que castigar al público de los estados circunvecinos porque la cercanía pudiese afectar el ingreso en taquilla.

La realidad del Vive Latino es que no es negocio más que para unos cuantos y el filtro no es el adecuado, pues hay bandas que solo aparecen ahí y nunca más vuelven a figurar, en tanto que ciertos «atractivos» no pasan más allá de ser flor de un día, pues pese a venir respaldados por nombres, campañas mediáticas y sonar en todas las radios del país, su arrastre no es más que un simple espejismo generado por una expectativa tan efímera como lo es la ilusión que representa el abrir tu caja de cereal, sacarle el juguete y olvidar su existencia a la mañana siguiente o en cuanto aparezca algo que verdaderamente capta tu atención y se liga a tus emociones.

Si bien la culpa no es completamente de las bandas, lo es de todos aquellos que intervienen en el proceso de curación, siendo quizá los últimos culpables aquellos que toman la decisión final basados en un monitoreo sumado a distintos criterios que van de lo más general al muy particular gusto.

El principal culpable de esta situación es el público que no gasta ni un peso en entretenimiento pero se mantiene a la expectativa de todo, opinando, dando likes, follows, criticando e inflando cifras que al final son huecas pues en nada tienen que ver con «eso» que mantiene al músico y le proporciona el sustento: sus ingresos.

Quizá, y en descargo de este público, la verdadera razón de que no quiera pagar por asistir a un evento, comprar un disco o el bonito recuerdo que apoyará la economía de su artista favorito radica en la costumbre heredada y que disfrazada de mamonería se le ha inculcado a través de los medios.

Lo mencionabamos en un artículo anterior y citaremos ahora:

Hacer Radio es un privilegio que muy pocos en este país han entendido, pues algo que pocos han logrado es el rebasar sus propios gustos y caprichos o la que en algún momento fuese conocida como “brecha generacional” y que en la actualidad se ha transformado en una losa aspiracional, la cual además de convertirse en parámetro de una inmensurable escala imaginaria a la cual se le asigna el peso de la verdad absoluta, lo que sea que eso signifique, se ha convertido en un obstáculo que ha traído como consecuencia la crisis que actualmente se vive en el mundo de eso que llamamos rock iberoamericano, que se evidencia en una total y absoluta falta de head liners alrededor de los cuales se mueva uno de los más importantes mercados musicales de todo el mundo.

Sustituya el «Hacer Radio» por cualquier cosa que sea que hagan en el medio al que usted recurre cuando de nutrir su bagaje musical se trata y lea el párrafo de nueva cuenta.

Escribir, hablar, opinar, tomar un espacio y dar salida a las distintas propuestas existentes en el país es algo tan común que, como sucede en cualquier actividad, seguir la tendencia es lo más sencillo, lo más cómodo y lo que a la larga habrá de evitarle problemas a uno.

Hablar sobre periodismo musical en este país significa, al menos para el sector que se autodenomina “roquero” o “alternativo”, repetir hasta el cansancio un sin fin de excusas trilladas. Cualquier intento por llevar la discusión a un plano más objetivo es opacado por una constante apología a la mediocridad mediante frases como “uno hace lo que puede”, “es por la música”, “es casi un sacrificio”. Pregunto, ¿si hay tantos ‘peros’, por qué seguir en esto? Porque es más cómodo victimizarse que reflexionar sobre el por qué las cosas supuestamente no cambian.

Julian Woodside

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Desafortunadamente, retomando la idea central en el artículo de Woodside, todo esto es consecuencia de un sometimiento cultural en el que no solo no «está bien» ni «está mal» apoyar lo hecho en México, sino que la corriente es deleznarse mediante la denostación de todo aquello que sea de extracción popular por el simple hecho de no ajustarse a los parámetros aspiracionales de quien juega el papel de juez, fiscal y jurado, esgrimiendo su losa aspiracional como las tablas que, presuntamente, un tal Dios no identificado entregó a Moises en el Monte Sinaí.

Si bien hay historias que son inamovibles e inapelables porque a la luz de los hechos y pruebas ya todo está dicho y hecho, hace falta mirar hacia afuera y poner más atención respecto a quien, de donde y porque viene a probar suerte por acá.

Generalizando para no poner el dedo en la llaga ni agarrar a patadas el pesebre y, mucho menos, decir nombres, me atreveré a decir que aquellos ídolos extranjeros que tenemos por acá, producto de las tendencias de los últimos años, no son ni los más talentosos ni populares o estimados en su patria, sino aquellos que dada la relación costo – beneficio han sido los más rentables para los distintos promotores y visores de talento que operan en el país.

¿Quiere entristecerse aún más?.

No hay más headliners en el mercado doméstico no solo porque no se ajustan a los más viejos y decadentes criterios, o porque la gente no paga por verlos, sino por el hecho de que en México prevalece la creencia de que lo importante es aferrarse a los espacios existentes aunque no se aporte nada nuevo ni de valor que contribuya al enriquecimiento cultural mediante el desarrollo de talentos.

Lo importante es salir en la foto de cada año. Si funciona una vez funciona dos, tres veces al mismo nivel y así hasta que ya no funciona, y si no funciona se le reempaqueta.

Pocos son los talentos que en conjunto han superado la prueba del tiempo, pues al «no funcionar» y no «llegar a las grandes ligas» optan por dispersarse en proyectos parálelos que a la larga terminan por diluir el efecto del impacto inicial por falta de «oportunidades», aunque en el llamado underground o, entre lo que algunos denominan «la perrada», existan propuestas que por gusto, vocación o simple necedad, respaldadas por una base fiel de seguidores que se acrecenta con el tiempo, siguen creando y se mantienen  vigentes.

Si algo podemos encontrar en la historia de eso que llamamos Rock Nacional, es que aquellos que al paso del tiempo aprenden, se renuevan y se preocupan por mantenerse fieles a su propuesta, generando recursos a través de la inteligente exposición y explotación de sus creaciones musicales mediante la vinculación con propuestas similares de acuerdo a lo que en tiempo y espacio corresponde, son los que al final trascienden lo suficiente como para permanecer vigentes en el mercado de tal forma que no faltará quien pague por verlos y escucharlos.

De nuevo, sin decir nombres, recuerdo a una banda oriunda de Texcoco a la que se le criticaba por no ser parte de la glamorosa estética aspiracional de su época, pero que se ha dado el lujo de tener bandas legendarias a nivel mundial como los encargados de «cerrar» su show en el Foro Sol o el Palacio de los Deportes, sin desentonar con la expectativa de la fiesta ni que el hecho de tocar frente a varios miles de gentes sea impedimento para que al otro día toquen en un modesto bar de algún municipio de la periferia o se traigan unos cuantos dólares de territorio estadounidense.

¿Qué eso es para un mercado de mexicanos o latinos únicamente?.

Piense en el que se considera es el Festival más importante del mundo y las bandas mexicanas que han tocado en este. No tocan algo que sea tendencia en el mercado o, si están en alguna de esas a las que se denomina «movimiento», no es la más fuerte o dominante del momento sino que han despertado el interés de los encargados de programar en estos espacios por la simple razón de que son músicos talentosos, como tantos otros que hay en el país, pero que tienen la particularidad de reflejar la cultura popular sin caer en clichés ni seguir el canón de lo que suena en la radio dirigida al segmento al que nos referimos, independientemente del nicho al que pertenezcan.

Talento, creatividad, una exposición inteligente sustentada por una base de seguidores palpable y medible es lo que les permite a estos músicos mantener una economía mediante la cual se puede decir que, sin grandes lujos, viven de su trabajo como músicos.

Todo es posible, la clave está en la identidad, la fidelidad a la misma y que esta sea la que se transmita para estrechar lazos y crear verdaderos vínculos que conecten al artista con el público a través de los medios, siendo estos los difusores que hacen falta para que el mensaje deje de viajar por el aire y baje a sus respectivas audiencias.

Tenemos un monstruo al que hay que quitarle la losa que lo cubre, desenterrarlo de donde está hundido, desempolvarlo y echarlo a caminar porque «ese monstruo» es uno de los mercados musicales más importantes en todo el mundo, e independientemente de lo que llegue de fuera o salga de este, es nuestra responsabilidad cuidar, desarrollar y darle vida.

No es falta de cariño ni falta de talento, simplemente hace falta reconocer que es lo que verdaderamente nos mueve, lo que nos caracteriza, darle su justo valor y entonces hacer lo que a cada cual nos corresponde, ya sea como público, medios, programadores, promotores, managers, músicos, ingenieros de audio, iluminadores o lo que sea que hagamos en esto que llamamos Rock Mexicano, sin caer en xenofobias, malinchismos ni canteras donde al cavar construyamos la losa que habrá de cubrir nuestra propia tumba.

2 comentarios en “#VL16: No es falta de cariño ni falta de talento

  1. Una gran verdad, por culpa de la música comercial y de lo que los medios nos «venden» ya sea televisión, radio, prensa la esencia del rock se ha mantenido estancada;si no es que esta por desaparecer, haciendo ídolos de música que no tocan ni cantan y lo peor que no saben del genero pero se atreven a llamarse rockeros, fanáticos DESPIERTEN no dejemos que se hundan estos espacios que nos permiten expresar esta dulce afición El vive latino es el mayor recinto para nosotros; en vez de criticar podemos apoyar asistiendo, corriendo la voz invitando a que asistan, dándole oportunidad a esos grupos jóvenes que pueden ser las grandes bandas del mañana, gracias a periodistas como chava rock, Olivia luna, Iñaki Manero y más he recuperado la fe de que esto puede ser posible

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  2. Y, no sé, pero al final siempre quien decide que comprar es el público. Vive Latino es sólo una parte pero ¿Dónde están cuando las bandas pasan por sus primeros pasos, en su proceso de iniciación?, hay excelentes propuestas que necesitan público, especialmente ese que reclama nuevas figuras, ídolos y, por supuesto, head liners.

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