Wayne Hussey es un ente más que reconocido por ser el vocalista de The Mission,además de su trabajo como solista y sus diversas contribuciones a manera de colaboración con otros artistas, situación que le coloca en una posición más que interesante para entender aspectos de la vida que, más allá de lo que retrata en su obra musical, explora en Salad Daze, su autobiografía editada por Omnibus Press y que es, al día de hoy, el pretexto para que este creativo se encuentre de gira en Europa junto con Ashton Nyte y The Awakening, mientras que para Octubre será acompañado por Evi Vine, personalidades a las que, además de en diversos escenarios, se encuentra ligado como parte de Beauty in Chaos.
Wayne Hussey se dio el tiempo de revisar la propia memoria y, en Salad Daze, nos muestra algo de éso que, aún cuando la tecnología pareciera empeñada en desmitificar y la corrección política en domesticar, es una manifestación artística tan fuerte como para generar cambios más allá de patrones y parámetros estandarizados que, en teoría, deberían mantener en orden a la sociedad.
Ésa manifestación artística se llama Rock and Roll, y para darnos una idea de cómo es que aquellos que la dan por muerta no tienen idea de lo que hablan, Wayne Hussey nos comparte un extracto de Salad Daze, en el cual nos habla de cómo descubrió esto como parte de su naturaleza, al descubrirse influenciado por T Rex y Marc Bolan:
I was reborn. It was a Thursday evening, early January 1972, getting on for 8pm. I was 13 going on 14 years old. That evening the course of my life was changed irrevocably forever. I saw my destiny in a blinding flash of glitter, a touch of mascara and dark curls. From that moment I knew I was pre-ordained. I was gonna be a rock star. Well, somebody has to be, don’t they, so why not me?
I had just watched Marc Bolan and T. Rex dazzle the nation on the institutional British TV show, Top Of The Pops. Miming to ‘Telegram Sam’, the new number one single in the charts, Bolan pranced and preened across our TV screens and straight into the hearts of teens, dividing the generations for perhaps the first time since The Beatles had done so almost ten years before.
That was it for me. In one fell swoop I no longer wanted to be Kevin Keegan, I wanted to be Marc Bolan. Bolan had better hair than Keegan and was far prettier. It looked like a really good job to me, playing guitar and singing, being on TV and being screamed at by girls. And even some boys. And a darn sight more agreeable and easier than all the dedication, training and physical exercise required to become a professional footballer.
Switching allegiances as easy as finding sand in a desert, down came my posters of Keegan, Ray Clemence, Tommy Smith (!) et al and up went centre page pull-outs from Jackie and Disco 45 of dear beloved Marc. Marc Bolan was my first and, still to this day, an enduring love.
I was T. Rex crazy and, like a million other kids, I would pose in front of the mirror with a tennis racket, pretending to play guitar while singing along to Bolan. The first LP I ever bought was Electric Warrior, maybe a month or two later after saving up enough money from my paper round wages. Electric Warrior is a fantastic album and it’s still high on my list of best albums ever. I love the earthiness of its sound, the funkiness, the otherworldly mystical lyrics, the simplicity of the songs, the instrumentation, the guitar playing, the backing vocals of Howard Kaylan and Mark Volman (better known as The Turtles), but most of all, it’s that voice, that extraordinarily fey, quivering, tactile Bolan voice that just oozes sexual exuberance.
Renací. Era un jueves por la noche, a principios de enero de 1972, a las 8 pm. Tenía 13 años casi llegando a los 14. Esa noche, el curso de mi vida cambió irrevocablemente para siempre. Vi mi destino en un destello cegador de brillo, un toque de rimel y rizos oscuros. Desde ese momento supe que estaba preordenado. Yo iba a ser una estrella de rock. Bueno, alguien tiene que serlo, ¿no? Entonces, ¿por qué no yo?
Acababa de ver a Marc Bolan y T. Rex deslumbrar a la nación en el programa institucional británico de televisión, Top Of The Pops. Haciendo play back a ‘Telegram Sam’, el nuevo single número uno en las listas, Bolan brincaba y aparecía en nuestras pantallas de TV y directamente en los corazones de los adolescentes, dividiendo las generaciones por primera vez desde que los Beatles lo habían hecho casi diez años antes.
Eso fue todo por mí. De un solo golpe ya no quería ser Kevin Keegan, quería ser Marc Bolan. Bolan tenía mejor cabello que Keegan y era mucho más guapo. Me pareció un trabajo realmente bueno, tocar la guitarra y cantar, estar en la televisión y ser vitoreado por las muchachas. E incluso algunos niños. Y un panorama más agradable y sencillo que toda ésa dedicación, entrenamiento y ejercicio físico necesarios para convertirse en un futbolista profesional.
Cambiando lealtades tan fácil como encontrar arena en el desierto, bajaron mis carteles de Keegan, Ray Clemence, Tommy Smith (!) Et al y subieron los recortes de la página central de Jackie y Disco 45 del querido querido Marc. Marc Bolan fue mi primer amor y, hasta el día de hoy, un amor duradero.
Estaba loco por T. Rex y, como un millón de niños más, posaría frente al espejo con una raqueta de tenis, pretendiendo tocar la guitarra mientras cantaba con Bolan. El primer LP que compré fue Electric Warrior, tal vez uno o dos meses después de haber ahorrado suficiente dinero de mi salario repartiendo periódicos. Electric Warrior es un álbum fantástico y aún ocupa un lugar destacado en mi lista de mejores álbumes. Me encanta la terrenalidad de su sonido, el funkiness, las letras místicas de otro mundo, la simplicidad de las canciones, la instrumentación, la guitarra, la voz de Howard Kaylan y Mark Volman (mejor conocido como The Turtles), pero sobre todo , es esa voz, esa voz de Bolan extraordinariamente fea, temblorosa y táctil que exuda exuberancia sexual.
Wayne Hussey
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