La Onda nunca dejó de ser Buena Onda

Yo estaba en la onda, pero luego mi onda dejo de ser buena onda, la nueva onda ya no era mi onda… ¡Y te va a pasar a ti!

Tal es la sentencia del futuro para todos aquellos que se dejan seducir por los encantos de las tendencias y la moda para adoptarlas como el eje que habrá de mantener sus ideas, pensamientos, lenguaje y atuendos en rotación, siendo pues que el destino inevitable es marchitarse y extinguirse, esperando florecer nuevamente cuando el ciclo del estilo reviva aquello que durante años se quedó guardado en el clóset.

Cuando hablamos de Rock en Español, sin importar el país, y en concreto refiriéndonos a Argentina, España y México, hay un proceso de desarrollo y crecimiento que se trunca, ya sea por cuestiones políticas, costumbres o, si le rascamos un poco, cuestiones de seguridad que permitieran a los jóvenes de aquellas épocas tener una vida relativamente tranquila a cambio de frenar su ímpetu revolucionario.

Este freno hizo que, de cierta forma, los latinoamericanos nos desconectáramos de lo que el mundo sajón desarrollara como rock and roll durante varias décadas, haciendo que, en la percepción e ideario común, permanezcamos en el rezago, haciendo que aquellos que aspiran a «algo más» sean los eternos perseguidores de una cultura que, desde cuestiones tan básicas como el idioma, no les pertenece.

En España la caída del Franquismo, en Argentina la Guerra de Las Malvinas y, en México, la llamada Renovación Moral (a manera de soporte en sentido opuesto), trajeron como consecuencia el resurgimiento de esa cultura Rock que por años permaneciera en estado latente y que, en caldos de cultivo construidos en algo cercano a la clandestinidad, se cocinara a fuego lento para convertirse en entidades amorfas que al paso de los años habrían de ganar vida y voluntad propia.

Es cierto que esta suerte de renacimiento nos legó algunos héroes que habrían de crear muchas de las grandes obras que hoy son influencia seminal y referente en las nuevas generaciones, más en este proceso quedarían fuera del mapa contextual una buena cantidad de discos y canciones que son parte fundamental en el catalizador de este sincretismo cultural que hoy vivimos.

En España, los sellos independientes van a la vanguardia y así como se ocupan de mantener activo el mercado con sonidos nuevos, de tiempo en tiempo se han ocupado de reeditar y rescatar del olvido a sus viejos héroes.

En Argentina recién ha finalizado una batalla librada por el Instituto Nacional de la Música que tuvo como objetivo rescatar el catálogo de los desaparecidos sellos Music Hall, Sazam y TK, para retornar su propiedad y derechos a los legítimos dueños: los músicos. Asimismo, el mencionado INAMU aportará recursos para que estos materiales sean, además de rescatados para su conservación, reeditados para su preservación y disfusión cultural por aquellos a quienes les pertenece: el pueblo.

En México hay muchas lagunas que secar y puentes que tender para aspirar a que esto suceda, pues la cultura de la negación es aún más fuerte que la propia evidencia, el testimonio o la necesidad de crearnos de un acervo que permita vislumbrar la grandeza de nuestra propia identidad, teniendo Ricardo Bravo y Terraza Records una iniciativa modesta pero valiosa que en los próximos meses habría de presentarnos materiales que quedaron en el olvido de bandas como Branda o Tecnopal, este el antecedente inmediato a Víctimas del Doctor Cerebro, donde el acuerdo es con los tenedores de los derechos correspondientes a estas obras para finalmente darles forma y editarlos físicamente.

Todo este trabajo, más allá de lo que nos pueda enseñar de nuestra historia para engrosar nuestra memoria colectiva, trae consigo una lección muy grande, pues si no valoramos lo que tenemos, podemos perderlo sin darnos cuenta, tal como estuvo a punto de suceder con el Tributo a Ansia, producido hace no más de 2 años, y que debió ser rescatado por el propio Ricardo Bravo y el académico José Hernández Riwes Cruz, en una colaboración de Terraza Records y Discos Intolerancia, pues, por falta de interés de quienes inicialmente tomaran las riendas del proyecto, estuvo a punto de ser condenado al olvido.

Reediciones y Tributos vendrán, todos por parte de quienes, en su legítimo derecho y sin vulnerar los de alguien más, tengan algo que decir y transmitir a quien les acompaña y les sucederá.

Trabajo hay bastante, la labor de preservar, transmitir y difundir ocupa algo más que likes, shares y la opinión desde un solo punto de vista.

Entonces pues, La Onda nunca dejó de ser Buena Onda, simplemente alguien perdió el contacto y si permitimos que se pierda, estaríamos perdiendo una parte importante de nosotros mismos.

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