Lino Nava: La Guitarra del Pantheon mexicano

Cuando eres joven y empiezas a descubrir el mundo más allá de lo que significa tu casa, los sonidos te permiten ubicar diferentes situaciones y contextos, de manera tal que en ése despertar solo hay dos tipos de música, dos etiquetas que, sin importar lo amplio que llegue a ser tu catálogo, habrán de definir tu personalidad ante el mundo, siendo así que una es la música que la gente escucha y te recomienda por diferentes tradiciones y convenciones sociales, más aquella que adoptas porque mueve algo dentro de ti, proyectando acciones congruentes a tu sentimiento y pensamiento, ésa es la música que te define y habrá de representarte si es que no te pierdes entre modas y tradiciones.

Si eres lo suficientemente afortunado, ésta música y sus creadores habrán de acompañarte por el resto de tu vida, siendo doblemente afortunado si evolucionas junto con estos más allá de modas, tendencias, dictados del gusto común y popular que define un «clásico» como la canción de cajón en un viernes de canciones viejitas, la rockola de la cantina, o el repertorio básico de la banda de covers de cualquier bar.

Lino Nava es un guitarrista emergido durante la segunda oleada del Rock Mexicano en la década de los 90, parte de una generación que traía influencias y estilos más allá de la marea pop que nos vendieron como Rock en Tu Idioma durante los 80.

De perfil eminentemente metalero, Lino cimentó su carrera y estilo en Raxas, banda que entre el under y la incipiente escena nacional tuvo una época seminal entre tocadas particulares, tocadas en los antritos que se arriesgaban a algo diferente, y tocadas con otras bandas en un escenario de perfil más amplio, como el Teatro Blanquita o la Arena López Mateos, un tiempo en el cual lo que hoy llamamos festival no se denominaba así, sino simplemente «tocada».

Pasando por Kenny y Los Eléctricos, Lino ampliaba su perspectiva de la incipiente escena nacional en la convivencia con diferentes estilos y formas de pensar, formando la identidad que lo lleva, junto con Héctor, Rosa, el Bola y Poncho, a fundar La Lupita, banda emblema y Joya de la Corona de la llamada Generación Culebra, con un estilo alternativo acorde a una época en la que se abrían fronteras no sólo geográficas sino estilísticas para el Rock Hecho en México, arriesgando por fusiones más allá de las derivaciones cuasi obligatorias para amalgamarse a «lo que pasa en el mundo», definiendo un estilo muy propio a partir del ludismo que significa el spiccato como técnica aplicada a la guitarra.

Sí, La Lupita es la banda emblema y Joya de la Corona de la llamada Generación Culebra, pues su estilo desenfadado es la característica que define al conjunto como ente creativo, más en el ludismo al ejecutar es que Lino desarrolló un estilo muy particular, tan propio que en su evolución con los años, no envejeció ni se acartonó repitiendo siempre las versiones originales de sus canciones, sino que se añejó como los buenos vinos, enriqueciéndose con texturas diferentes conforme al paso del tiempo sin alterar los ingredientes ni su composición original, pese al cambio de integrantes que han acompañado a Héctor y Lino en más de 30 años.

La Lupita es una banda que ha sabido evolucionar más allá de modas, tendencias, dictados del gusto común y popular que define un «clásico» como la canción de cajón en un viernes de canciones viejitas en cualquier estación de radio que pretenda ostentarse «en la onda» (lo que sea que esto signifique entre lo tradicional y acartonado del radio en sus diferentes formatos y presentaciones actuales), la rockola de la cantina, o el repertorio básico de la banda de covers de cualquier bar.

Lino, siempre fiel a su estilo, nunca dejó de jugar ni de divertirse al tocar la guitarra, mucho menos al presentar su DJ Set, siendo ejemplo, especial recordatorio para quien esto escribe, la expresión en su rostro mientras esperaba su turno para salir como invitado para acompañar a Raxas en la edición ¿2011? de Vive Latino, definiendo la experiencia que significa decir «hacemos lo que nos gusta porque amamos lo que hacemos», alegre, impaciente pero ordenado, apenas aguantando por llegar al momento de salir al escenario y hacer lo suyo, con plena disposición a disfrutar el hacerlo, por breve que fuera su participación.

Si bien Lino manejaba un estilo lúdico, esto no significaba que no supiera ponerse serio al tocar, en el entendido de interpretar temas un tanto más universales en un estricto sentido comercial, o tratar temas que se perciben como algo fuera de su personalidad escénica, pues sus colaboraciones hablan por si mismas, ya sea con otras bandas, o como aquella vez que nos recomendó el Guitar Hero para relajarnos un rato; más para dar muestra de su creatividad, su desarrollo como ejecutante fuera de La Lupita, el matiz perfecto lo da Recolector, proyecto que trabajara junto con Tony Almont en un experimento que diera mucho de qué hablar y que se extraña por las texturas logradas, no sólo por la memoria vivida, sino por la fuerza que desplegaron en su único disco.

Menos es más cuando calidad en la ejecución representa la ocasión de mostrarse por completo, y si bien el Rock en Español padece de la prescindible necesidad de «validarse» a partir de derivaciones respecto a «lo que pasa en el mundo» como tendencia y moda, especialmente innecesaria cuando ya pasó el momento, Lino se caracterizó por hacer lo necesario para cada canción, que si bien tuvo sus influencias, las asimiló, procesó, canalizó, a diferencia de una inmensa mayoría que parecería seguir buscando ser el equivalente regional de sus ídolos de la adolescencia, en la onda del Señor Spielbergo, siendo así que sus cualidades le dieron cierto toque mágico que, más allá de los trabajos registrados bajo sus propias marcas, le hacen inconfundible e inigualable compartiendo su talento con otros grupos a manera de colaboración.

Cuando eres joven y empiezas a descubrir el mundo más allá de lo que significa tu casa, los sonidos te permiten ubicar diferentes situaciones y contextos, de manera tal que en ése despertar solo hay dos tipos de música, dos etiquetas que, sin importar lo amplio que llegue a ser tu catálogo, habrán de definir tu personalidad ante el mundo, siendo así que una es la música que la gente escucha y te recomienda por diferentes tradiciones y convenciones sociales, más aquella que adoptas porque mueve algo dentro de ti, proyectando acciones congruentes a tu sentimiento y pensamiento, ésa es la música que te define y habrá de representarte si es que no te pierdes entre modas y tradiciones, es tu música, eres tú finalmente.

Si eres lo suficientemente afortunado, ésta música y sus creadores habrán de acompañarte por el resto de tu vida, siendo doblemente afortunado si evolucionas junto con estos más allá de modas, tendencias, dictados del gusto común y popular que define un «clásico» como la canción de cajón en un viernes de canciones viejitas, la rockola de la cantina, o el repertorio básico de la banda de covers de cualquier bar.

Afortunados somos de seguir disfrutando aquella música que conocimos en nuestra adolescencia, en una evolución que nos permite escribir esto con la alegría de haber vivido y compartido diferentes etapas de La Lupita, de Lino Nava, como fans, locutores, gente del medio, de fuera del medio, críticos, criticones, siempre con la alegría que significa hacer lo que nos gusta porque amamos lo que hacemos.

Por los saludos, las entrevistas, las charlas, las fiestas, las canciones, los chupes, el tour, las palabras…

¡Gracias, Lino!

¡Qué siga la Música!

¡Qué sea ROCK!

Descanse en Paz, Lino de Jesús Nava Mendoza.

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