Cuando era un niño pequeño, mi abuela materna me preguntó «¿Y tú que vas a ser de grande?».
¡»Caricatura!» le respondí porque me imaginaba que luego de hacer lo que hacian en la televisión, los individuos que les daban vida se quitaban el casco y el traje del personaje y se iban a casa, como actores que terminaban su trabajo en un foro.
Una de mis hermanas mayores me explicó como se hacian las caricaturas, y me reveló lo que yo consideraba una broma: El Tata hacía las voces de Benito, de Cucho, de tantos personajes que llegaban hasta al Súper Agente 86, y aunque no me gustaba la figura del viejito molón, le tomé respeto.
Entonces, empecé a jugar dando voz propia a los personajes que me acompañaban en las lúdicas aventuras que todo niño tiene.
Aún hoy, trato de doblar las voces de quienes me rodean dando la intención que quiero a sus diálogos, en una especie de ilusión para recrear la realidad y reirme un poco cuando las situaciones no son tan favorables.
Hoy volteo hacia atrás y veo que he jugado con mi voz, creado un personaje y lo veo plasmado en lo que hago y me doy cuenta de que ese sueño que tuve de niño en parte se ha completado.
Un sueño que no hubiese sido posible sin la inspiración de ese camaleónico personaje al que todos simplemente llamamos «El Tata» y que es el directo responsable por muchas de las voces que escucho en mi cabeza.
¡Gracias Jorge Arvizu!.

